Yo no sé si todas las griegas tienen cara de estatua, pero desde luego la que esta tarde me he encontrado en una librería de Sevilla sí que la tiene. Como no llevaba la cámara encima no la he podido fotografiar, pero si miráis la Venus de Milo y le soltáis el pelo en una larga melena castaña clara que se deslice hasta su cintura, la estáis viendo.
Siempre me ha gustado el rostro de la Venus de Milo, pero he de reconocer que el natural mejora al arte, y eso que siempre he defendido lo contrario. El caso es que no sé si los treinta y siete grados me han disuelto algunas neuronas o si el bueno de
Pigmalión ha vuelto a hacer de las suyas y, como hombre que es, ha cometido el mismo error otra vez. No sé, no sé, las últimas referencias que tenía del asunto venían del otro lado del Atlántico, las narraba
Monterroso y terminaban con una patada en el culo.