Tengo un dolor aquí,
del lado de la patria.
Así comienza
Estado de exilio, de Cristina Peri Rossi.
Es este un libro de poemas escrito a consecuencia del exilio de la autora uruguaya en 1972 y que ha publicado por primera vez en este año 2003. Hay en él poemas tremendos (el número XXIII, por ejemplo), y otros que no lo son tanto, hecho que explica el que no haya visto la luz hasta hoy, supongo. Pero esta noche lo he recordado porque a mi no me duele el lado de la patria. Cada vez me siento más como el que no se quiso levantar de la cama el día de la fiesta nacional (Brassens dixit); y no estoy hablando de grandes cuestiones, no creáis, en realidad estoy hablando de fútbol porque mientras veía el partido España-Portugal deseaba que ganase Portugal. De hecho, desde hace ya varios años me viene sucediendo lo mismo. ¿Será algo grave? ¿Me habrá desaparecido el lado de la patria? ¿Por qué no me duele España? Es más, ¿por qué no me duele ningún país, ninguna patria?
La realidad es que cada vez me importan menos los países reales. Me duelen, sin embargo, los imaginados, mis mitos geográfico-emocionales, por ponerles una etiqueta: Santiago de Chile, Buenos Aires, México, Lisboa en tiempos de Pessoa o de Pereira, ese que tantas cosas sostenía, y tantos otros. Esas ciudades sí que me duelen, pero no son las ciudades de hoy las que me importan, sino las ciudades y los países que he leído y con los que puedo soñar y verme caminado por el Chiado al atardecer, por ejemplo, y al volver una esquina cualquiera divisar al fondo de una plaza el Palacio de la Moneda o la Casa Rosada o la mole de la Universidad Autónoma de México. Las casas a veces son de piedra oscura, y en otras ocasiones están pintadas de colores, rosa, celeste, amarillo, como me imagino que están pintadas las casas junto al Río de de la Plata, aunque también en Cádiz -Baluarte de los Mártires-, a la orilla del mar. Y después del paseo despierto y veo en la televisión fiestas de banderas rojigualdas o del color que sea, himnos nacionales, manos en el corazón, miradas fijas que quieren honrar las enseñas nacionales y a mi no me parecen más que telas o sonidos o gestos con los que no termino de identificarme porque he perdido el lado de la patria.