Leer a Augusto Monterroso siempre vale la pena y, además, no quita demasiado tiempo. Hoy me lo ha recordado
Martin Pawley, así que ahí va la oveja negra:
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.
Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en los sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.
Leopoldo Méndez,
Fusilamiento (1950)
Y si alguien se queda con ganas, aquí hay
algo más de Monterroso.