John Ford no es "uno de los grandes". Es el más grande, a secas, por razones que en efecto sería muy largo enumerar aquí. Desde luego, el uso ejemplar de los escenarios, tanto exteriores como interiores, a los que dota de un auténtico protagonismo y casi casi de personalidad y carácter, es una de ellas.
Este hecho es obvio en sus westerns, pero también en otras muestras de su cine, como eses The lost patrol o The Quiet Man que usted cita. Añadiría yo otros títulos, como Four sons, en su etapa muda, o The informer, otra vuelta a la Irlanda que convirtió en su otro territorio mítico, esta vez en espacios nocturnos y urbanos por los que su atormentado protagonista se arrojaba hacia un final inevitablemente trágico. Y, por supuesto, una de sus obras maestras menos comprendidas, The fugitive, ejercicio esteticista y deslumbrante que merece ser revisado; o el memorable ejemplo de cine bélico nada belicista que realizó a su vuelta de la Segunda Guerra Mundial, They Were Expendable. Y su retrato apasionado de la América de la depresión en The Grapes of Wrath. Y tantas y tantas otras...
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