Se nos murió Dulce Chacón cuando más prometía, después del éxito de su magnífica novela,
La voz dormida. Yo no sé por qué siempre se mueren los buenos. Ya sé que también lo hacen los malos, pero la sensación que tengo es otra. En nada de tiempo, Vázquez Montalbán y Dulce Chacón, tan distintos entre sí, pero con tanta calidad en sus palabras. Descansen en paz y hablen allá donde estén de sus cosas y de sus proyectos rotos. Supongo que hoy habrá fiesta en el Cielo o en el Infierno, que yo no sé de esas cosas, porque llega una de las buenas.