Pues tampoco hay que ponerse tan catastrofista como suelen hacerlo los de uno y otro lado. De vez en cuando aparecen
noticias que nos hacen pensar que, quizás, las cosas no son como parecen y que en medio de tanta palabrería, miedos arrojados a la cara, reivindicaciones o insinuaciones llenas de mala leche al hispánico modo hay un espacio para la esperanza.
(Ahora llega el momento en que me pongo rematadamente cursi)
¡Ha triunfado el amor!
Una vez más se demuestra el poder civilizador de la pasión amorosa como leemos en los innumerables testimonios literarios desde el Poema de Gilgamesh: solamente el cosquilleo amoroso puede hacer que los seres humanos contrariemos nuestras tendencias para -como diría Cernuda- dejar de perseguir nuestras nubes, olvidarnos de nosotros y renacer en el otro.
(Abandono la cursilería por un instante)
Decía Machado que una de las dos Españas helaría el corazón de ese nuevo españolito que venía al mundo. Se equivocaba -como la paloma-, porque don Antonio no pensó en la posibilidad de matrimoniar ambas. Ahí nace la tercera España, la que es capaz de dejar en la puerta del hogar las posturas políticas para centrarse en la política familiar.
Claro, que yo entreveo ciertos problemillas en el horizonte de esta pareja. Por ejemplo, ¿se pondrán de acuerdo en qué casilla poner la cruz de la declaración de la renta? ¿llevarán sus hijos a colegios públicos o privados? ¿irán juntos a las manifestaciones? ¿comprarán en Eroski o en El Corte Inglés? ¿Escucharán la COPE o la Cadena SER? ¿cómo llevarán el asunto del control de la natalidad?...
(Vuelta a la cursilería)
En fin, que esta tercera España de los corazones encontrados se enfrenta a peligros sin cuento que se abatirán sobre ella en el diario de sus vidas.
(Referencia cursi-cinematográfica final)
Pero todo lo puede vencer el amor, ¿o es que no recuerdan aquella película de la Hepburn y el Tracy titulada
La costila de Adán? Al final del filme, tras la gravísima crisis ideológica que sufre la pareja, el amor hizo que sus almas y sus cuerpos se encontrasen en un beso hollywoodiense que deja satisfechos a los espectadores ávidos de un happy end que lave las conciencias.