De Don Juan de Arguijo,
poeta sevillano del s. XVII.
Pudo quitarte el nuevo atrevimiento,
bello hijo del Sol, la dulce vida;
la memoria no pudo, qu'extendida
dejó la fama de tan alto intento.
Glorioso aunque infelice pensamiento
desculpó la carrera mal regida;
y del paterno carro la caída
subió tu nombre a más ilustre asiento.
En tal demanda al mundo aseguraste
que de Apolo eras hijo, pues pudiste
alcanzar dél la empresa a que aspiraste.
Término ponga a su lamento triste
Climente, si la gloria ganaste
excede al bien que por osar perdiste.
...
Si la gloria que ganaste excede al bien que por osar perdiste... ¿Y a quién importa la gloria? ¿Y a quién importa Faetón a estas alturas de mediocridad? Vivir -metafóricamente hablando, si ello es posible- es el valor máximo: vivir el momento, mi momento, mi yo; no pensar en lo por venir, no pensar en aquello que no se puede tocar, disfrutar con los sentidos... ¿Y la gloria? ¿Y el honor? ¿Y la palabra dada? ¿Y el obrar de acuerdo a lo que expresamos? Desvarío, desvaríos.