En ti estás todo, mar, y sin embargo,
qué sin ti estás, qué solo,
qué lejos, siempre, de ti mismo!
Abierto en mil heridas, cada instante,
cual mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos,
y vienen, van y vienen,
besándose, apartándose,
en un eterno conocerse,
mar, y desconocerse.
Eres tú, y no lo sabes,
tu corazón te late, y no lo siente...
¡Qué plenitud de soledad, mar solo!
Ahora que andamos en celebraciones de ciencuentenarios de nóbeles es un momento fantástico para acercarse de nuevo a la poesía de Juan Ramón. Aunque pueda parecer una barbaridad literaria, un delito de lesa majestad o una declaración cínica propia de
enfant terrible, he de decir que no soy muy juanrramoniano, pero de vez en cuando me gusta leerlo, en especial el
Diario de un poeta reciencasado, publicado en 1917 y escrito esencialmente a raíz de su viaje de novios a Estados Unidos.
El poema que os he puesto más arriba es, probablemente, de mis preferidos porque en él el verso va y viene como las olas del mar, leerlo me hace ver y sentir el oleaje en un prodigio de ritmo poético conseguido mediante las pausas versales. Y lo mejor de este poema es que en el libro hay más.