"Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo"
Con esto del verano la vida se me presenta más relajada. Hoy, mientras tomaba café,
leo en el gratuito ADN que el alcalde de Aracataca ha propuesto una consulta popular para añadir al nombre real de la población el imaginario del microcosmos creado por Gabriel García Márquez a partir de la misma. Otra vuelta de tuerca en la confluencia entre realidad y ficción: lo real se traviste de ficticio para volver a entroncar más adelante con la más pura realidad.
Pero la vuelta de tuerca no ha podido ser completa y la consulta popular no fue respondida por el mínimo exigido por la ley colombiana. Aracataca
no incorporará el nombre de Macondo y ambas poblaciones, la de los 22.000 habitantes reales y la de los emigrantes que siguieron a José Arcadio Buendía para fundar un mundo nuevo, seguirán existiendo en sus mundos paralelos.